Greenwashing: el disfraz verde de las marcas que quieren parecer sostenibles

Director of Global Corporate Development en Zschimmer & Schwarz
12 de Septiembre de 2022
Upcycling

A estas alturas seguro que la mayoría de los lectores conocen el término greenwashing, aunque nunca está de más que recordemos la definición. El greenwashing es una práctica comercial que utilizan algunas empresas, muchas de ellas conocidas por todos nosotros, para crear una imagen de empresa sostenible, ecológica y preocupada por el medio ambiente. Sin embargo, nada más lejos de la realidad: es una forma poco ética de posicionarse en un mercado en auge aprovechando la desinformación del consumidor. Muchas veces estas prácticas vienen de la mano de empresas que ya tienen una cuota de mercado notable y desean así ampliar su negocio utilizando esta estrategia y confundiendo a los consumidores. Pero ¿qué prácticas podemos identificar como sospechosas de formar parte de una estrategia de greenwashing?

Envases cuyo color predominante es el verde, palabras como “natural”, “orgánico” o “sostenible” e imágenes de árboles, plantas o flores se asocian en numerosas ocasiones a este método para vender más, pero poco a poco se van descubriendo nuevas trampas al consumidor, cada vez más sofisticadas. Por ejemplo, algunas marcas conocidas a nivel internacional son acusadas continuamente de lavar su imagen mediante esta estrategia: productos con envases fabricados con plástico reciclado cuando la realidad es que, en una frase en letra pequeña, se indica que el tapón realmente está hecho de plástico virgen, o soluciones de refill cuyos envases están compuestos de materiales difícilmente reciclables y además contienen aproximadamente la misma cantidad de producto que cabe en una única botella estándar, lo que provoca que por cada uso se genere, como mínimo, la misma cantidad de residuos. En estos casos, estas empresas promocionan aquellos aspectos de sus productos que consideran “verdes” o “sostenibles”, sin embargo, en una lectura más amplia observamos que estas acciones no tienen un impacto verdaderamente significativo a la hora de cuidar el planeta. Según la web greenwash.com, una especie de lavandería virtual que denuncia este tipo de prácticas, existen grandes empresas intentando posicionarse en este mercado que se encuentran entre los 10 mayores generadores de residuos plásticos del planeta, por lo que un consumidor con buena intención puede acabar contribuyendo a todo aquello que pretende evitar. Además, debemos tener en cuenta que la sostenibilidad de un producto se debe evaluar en toda su cadena de valor: desde el origen de los ingredientes, la manera de obtenerlos, la energía utilizada, las condiciones laborales de las personas implicadas, el envase, sus materiales y su reciclabilidad, entre otros. Es un tema bastante más complejo que poner una frase fácilmente rebatible en su envase.

Pero, en el otro extremo, existen también marcas que quieren posicionarse en el mercado de la cosmética natural denigrando ingredientes seguros y aceptados por la regulación simplemente por ser sintéticos, utilizando además claims cuestionables. Por tanto, no está de más que recordemos que cualquier producto cosmético comprado en canales autorizados es seguro, ya sea en una pequeña tienda de barrio, un gran supermercado, una cadena de perfumerías o una farmacia: todos estos productos pasan los controles del Reglamento 1223/2009 del Parlamento Europeo. Y este reglamento es igual para todos los tipos de cosmética que podemos encontrar en nuestro mercado.

Para poder detectar estas malas prácticas, incluido el greenwashing, la educación del consumidor es clave: nos permitirá tomar decisiones con toda la información a nuestro alcance, es decir, con una mayor libertad y consciencia. No nos dejemos llevar por las apariencias y hagamos un análisis profundo de los estímulos que nos llegan a través de la publicidad. Solo así podremos tomar decisiones informadas y poner nuestro granito de arena para cambiar las reglas del juego.