Mitos cosméticos a debate (II): cosmética casera

Science media manager de empresas de cosmética
29 de Noviembre de 2022
Cosmética casera

Empezaré planteándote una situación. Imagínate que miro un vídeo tutorial en el que un bombero me enseña a apagar un fuego.

¿Crees que esa es suficiente preparación para que al primer fuego que se presente acuda yo a apagarlo? Evidentemente, me compraría un traje. Pero, ¿sería el adecuado? ¿Llevaría todas las protecciones? Supongo que tu respuesta es que no. ¿Verdad?

Pues para mí, la situación que se plantea en la cosmética casera es muy similar a este ejemplo, y si me acompañas por mi epifanía te cuento mis argumentos.

¿Te vienes? ¡Vamos allá!

Hola, soy Montserrat Pedro y soy Community Manager de empresas del sector de la cosmética, y desde que cambié el laboratorio de I+D por el entorno digital, soy mucho más consciente de que en internet se puede encontrar ¡de todo!

  • ¿Que no sé cómo cambiar las ruedas a los patines de mi hija? YouTube.
  • ¿Que quiero formular mi propia cosmética casera? Instagram y YouTube.

¡Y listo!

Sí, insisto, puedes encontrar ¡de todo! Y en el caso que nos ocupa hoy, la cosmética casera, te aseguro que no se queda atrás.

Cursos completos para crear tu propia línea de cosmética, recetas, videos paso a paso, libros, etc. Gratis o no, pero con información de todo tipo y al alcance de quien quiera. ¿El problema? Claramente, la falta de rigor científico-técnico. ¿Por qué? Porque, a mi entender, están reduciendo la cosmética a mezclar unos ingredientes para conseguir una funcionalidad concreta. ¡Fin!

Y, es que con la excusa de que “yo no vendo productos y, por lo tanto, no tengo que cumplir con el reglamento”, se están olvidando de una premisa básica y muy importante, la seguridad.

Será por defecto profesional, pero por mis conocimientos del sector, no puedo evitar hacerme las siguientes preguntas:

  • ¿Cómo saben que el producto está conservado? Sin una prueba de eficacia del conservante o Challenge test, todo es pura especulación.
     
  • ¿Han realizado una estabilidad? ¿O una compatibilidad con el envase? ¡Va! No pasa nada, como es casero…
     
  • ¿Qué seguridad puede tener ese cosmético? ¿Se han calculado los márgenes de seguridad (MoS)? Bueno, del dosier de producto (PIF), mejor ni hablemos, ¿no?
     
  • ¿Se realiza algún control microbiológico? Estoy casi segura de que quien haga ese cosmético, las buenas prácticas de fabricación (BPF o GMP) le sonarán a chino, y de que tampoco sabrá cómo debe manipular los ingredientes. Así que, no sé tú, pero a mí ¡me está empezando a picar todo!
     
  • ¿La persona que lo elabora tiene conocimiento alguno del reglamento? ¿Es consciente de que hay sustancias limitadas y prohibidas? ¿O incluso que las hay que no se pueden mezclar en un mismo producto? Bueno, como no lo tienen que cumplir, tal vez piensen que eso tampoco es importante…
     
  • ¿Saben lo que es una evaluación del riesgo de una materia prima? ¿O cuánto aceite esencial o perfume pueden añadir? ¿Conocen acaso la Asociación Internacional de Perfumería (IFRA)?

En definitiva, ¿tienen realmente conocimientos técnicos? Quien lo replica, lo dudo mucho. Y quien lo difunde, o tiene un estómago de acero para pasar todo esto por alto, o realmente no es tan expert@ como reza en su biografía.

En fin, podría añadir más, pero estoy segura de que entiendes perfectamente la pesadilla que supone para mí la cosmética casera. Y espera, que esto no termina aquí. La inexactitud es la reina de esta moda, y no solo por lo comentado anteriormente, sino porque puedes encontrar perlitas como estas:

  • Fórmulas a base de cucharadas y gotas. ¡Pst! Es la nueva unidad de medida internacional, ¡exacta a más no poder!
     
  • “Añade 3 gotas de ácido láctico, y ¡listo!” Y si no, con la tira reactiva te apañas. Si es que comprobar el pH está sobrevalorado.
     
  • “Pon 4 gotas de perfume o aceite esencial.” ¿En serio? Si IFRA fuera una persona se pondría las manos a la cabeza, como yo.
     
  • “La caducidad del cosmético la marca el conservante que añades.” Mmmm… Me queda claro que ni saben qué es la estabilidad, ni el PAO (Period After Opening).
     
  • “¡Haz tu propio protector solar! Con SPF aproximado de 30 (y tan aproximado…).” Lo siento, pero llegados a este punto mi corazón ¡se para! ¿En serio? Uno de los productos más complejos de formular y con un nivel de protección muy alto, al alcance de cualquiera. ¿Conocerán los riesgos de los rayos solares? ¡Demencial!
     
  • “Añade Sharomix o Cosgard (según deduzco Geogard 221).” ¿Son conscientes de que hay distintos tipos de Sharomix? ¡Pero tengamos fe! En caso de que den con el mismo INCI, ¿los habrán homologado? Pero ¡qué dices Montse! El challenge también está sobrevalorado.
     
  • “Trata el acné y la rosácea, por su efecto antiinflamatorio.” ¡Calla! Que no es cosmética casera, ¡son medicamentos caseros! En fin, creo que tampoco tienen muy clara la diferencia entre unos u otros.

Llegados aquí, tengo que preguntarte. ¿Estás bien? ¿Sí? Pues sigamos… Todo esto es verídico. No me lo he inventado.

Y sinceramente, lo de “cómo no vendo el cosmético no tengo que cumplir con el reglamento” a mí, ¡no me vale!

Hay algo que se llama responsabilidad, y con estas prácticas solo me demuestran que no la tienen.

Así que lo diré chillando si hace falta. ¡Esto no es quimicefa! En la formulación de un cosmético hay un trabajo hercúleo detrás, en el que participan distintos profesionales, pruebas, estudios, normas, reglamentos, etc. Todo para garantizar un nivel de seguridad elevado.

Resumiendo, con esta moda de la cosmética casera se está reduciendo todo esto a mezclar unos ingredientes, sin una garantía mínima de seguridad y sin ofrecer conocimientos técnicos ni científicos. Solo por el mero hecho de convencer a las personas de que es mejor para su salud (claro…), que no contiene químicos, ni tóxicos (me estoy mordiendo la lengua) y que son más sostenibles (me voy, ¡no puedo más!)

Ahora, dime tú. ¿Qué opinas? ¿Es un peligro o no?