Desde hace algunos meses, en todos los foros y las empresas se habla de regulación, y no solamente de uno o dos cambios, sino que nos referimos a ello a menudo como “Tsunami Regulatorio” (no sé quién se inventó el término, pero yo al primero que se lo oí fue a Germán Castillo).
Y a cada uno, este concepto nos provoca sentimientos diferentes: fastidio, enfado, excitación, preocupación... La única forma de no reaccionar sería mantenerse al margen.
Porque son cambios que no solamente afectan a lo que entendemos tradicionalmente por Regulatory, sino que van a impactar en todas las áreas de la empresa, a todo el ciclo de vida del producto, desde su concepción en I+D o marketing a su nacimiento, su vida comercial y hasta la destrucción.
Son cambios que afectan al etiquetado, a los ingredientes que podemos usar, a los materiales del envase primario, a la forma del envase secundario, a las compras, a la trazabilidad…
Me refiero especialmente a las nuevas normativas de envases, a la próxima directiva de reivindicaciones relacionadas con la sostenibilidad, y todo aquello que va enmarcado dentro del Pacto Verde de la UE, así como a la nueva regulación de etiquetado de alérgenos y las nuevas preocupaciones por los efectos disruptores endocrinos en humanos y sobre el medio ambiente que nos plantea la regulación REACH y CLP.
Así que, es normal reaccionar airadamente. Pero si conseguimos analizarlo desapasionadamente, si aparcamos por un momento nuestra parte emocional, veremos que este tsunami en el fondo es una buena noticia. Y voy a desarrollar un poco la idea…
Si bien es cierto que es un montón de trabajo el que tenemos por delante, estamos en un momento en el que manejar y gestionar grandes volúmenes de información está a la orden del día. Existen y se están desarrollando nuevas herramientas que nos van a permitir gestionar todos estos procesos. Y no solamente medios técnicos, sino también humanos. Las habilidades en gestión de proyectos, en gestión de la incertidumbre o gestión de riesgos son cada vez más comunes y nos sentimos más seguros en entornos poco estables.
Así que nos están planteando un reto enorme, difícil, pero no inasumible. Hubiera sido inasumible hace 20 años, pero no hoy en día. Aunque claro, si en nuestra organización seguimos trabajando como hace 20 años (o sea como en 2003, ejem), con las mismas herramientas y procesos, pues sí que lo vamos a pasar mal. Por tanto, este nuevo escenario de cambios masivos nos obliga a plantearnos nuestras dinámicas de trabajo y a utilizar enfoques prácticos y optimizados. Será más que nunca renovarse o morir.
Y aquí el segundo motivo por el que me parece una buena noticia, y es que seguramente va a ayudar a acelerar la transformación digital de muchas empresas, sobre todo las más pequeñas, que hasta ahora iba trampeando. Para poder gestionar las cadenas de suministro de los envases, su trazabilidad, para poder hacer el seguimiento de las fórmulas, de los ingredientes, de los etiquetados, será necesario implementar herramientas de gestión como firmas electrónicas, sistemas ERP, gestores documentales, etcétera que permitan a una sola persona o un pequeño grupo manejar grandes volúmenes de datos.
Y si no se adoptan estas medidas, será necesario contratar más personal en el área de Regulatory, lo que tampoco son malas noticias para los profesionales como yo, ¡jeje!
Bueno, bromas aparte, que el sector muestre una imagen comprometida con la seguridad no solo de los consumidores sino del medio ambiente, es muy positivo. Siempre tenemos que lidiar con esta imagen de sector frívolo y prescindible que nos convierte en una pieza fácil que sacrificar. Pero nosotros sabemos que no lo somos, que los productos cosméticos forman parte integral del cuidado diario y el mantenimiento de la salud. Así que estaremos ahí ante cualquier reto que nos presenten.
Y es que el sector cosmético ya hemos demostrado que somos capaces de lidiar con grandes cosas. Cosas que parecían imposibles. El Reglamento 1223 parecía imposible de cumplir cuando se publicó en 2009; hablaba de eliminar completamente la experimentación en animales, cuando el estado del arte no permitía ser tan optimista; hablaba de realizar una evaluación toxicológica de los productos, cuando no existían toxicólogos que supieran de cosméticos; también de implementar un sistema de cosmetovigilancia… Y aquí estamos, con todo en marcha, adaptando las posibilidades de cada empresa a los requerimientos y velando entre todos por la seguridad de los consumidores.
Y ahora, pasamos al siguiente nivel en materia de seguridad del consumidor y nos abrimos a la seguridad del medio ambiente. Hasta ahora el medio ambiente ha ayudado a algunos a vender, pero llega el turno de preocuparnos realmente por el impacto de nuestros productos.
Así que lo volveremos a hacer, no me cabe la menor duda.