El gran y multifacético Stephen Covey, archifamoso autor de Best-sellers como “Los siete hábitos de las personas altamente efectivas”, nos dejó entre su inmenso legado lo del círculo de influencia y el círculo de preocupación.
El círculo de influencia representa todas aquellas cosas sobre las que tenemos margen de acción. Lo que, de alguna manera, depende o si nos lo proponemos puede llegar a depender de nosotros, de nuestros pensamientos, comportamientos, emociones y acciones.
Y al contrario, el círculo de preocupación abarca todas las cosas que nos preocupan sobre las que no tenemos ningún tipo de control ni influencia.
Cuando las empresas/organizaciones aportan y cumplen con un mínimo de condiciones de trabajo y de cultura saludable, entonces absolutamente todas las personas podemos activar el círculo de influencia y que sea expansivo. Así veremos como el círculo se hincha como un neumático invadiendo los ámbitos de la duda, de la incerteza, del miedo y reduciéndolos.
Incluso muy probablemente también reduzca algo el círculo de indiferencia, que es aquel que comprende todo aquello que percibimos como algo ajeno a nosotros, sin motivos para implicarnos ni para preocuparnos. En definitiva, estamos mucho más implicados. No presuntamente implicados, sino efectivamente implicados.
Y al contrario, en el extremo opuesto existen las empresas que fomentan una cultura en la que las personas poco a poco van cediendo a la resignación o, lo que es peor, al victimismo y la desesperanza. En casos extremos las personas llegan a ser casi zombis, como muertos vivientes. Por ejemplo, a todos nos viene alguna imagen lúgubre del trabajo en alguna oficina o sede central bancaria.
Cuando observamos que en un equipo, en un departamento o en una empresa las personas van más allá de…. Que se preocupan de cómo pueden contribuir más allá de la definición de sus funciones, que se preocupan de intentarlo con ahínco, entonces podemos ver brillo en sus ojos. Es el brillo y la chispa que se desencadena cuando existe un compromiso de altos vuelos. Personas y empresas comprometidas, personas más vivas, con más vitalidad.
¿Y qué sucede cuando vemos o sentimos esto? Que podemos confiar en las personas, que sentimos que no estamos solos. La confianza no se teje (se nutre) con palabras, sino con hechos, con conductas y comportamientos. Esto sí, ajustados y coherentes con los valores y los principios que la empresa o el grupo dice y escribe tener.
El mayor tamaño del círculo de influencia es un indicador directo de que existe más confianza y un compromiso de alto nivel porque no hay conformismo. Cuando hay conformismo, el brillo de los ojos se apaga, pero también el brío, la iniciativa, la proactividad, la innovación y creatividad.
Trabajando el compromiso logramos el círculo virtuoso de más implicación, un mayor círculo de influencia y más confianza.
Más confianza y más abordaje del círculo de influencia que redundan en más compromiso